Por primera vez


Fue tan mujer que tuvo que esconderse entre las sábanas toda la noche para no darse cuenta de que deseaba más y más orgasmos. Tan mujer que comenzó a escarbar su cerebro para encontrar a ese nuevo hombre y arrojarlo al fuego, al olvido. Se sentía tan mujer que había jugado a enredar su silueta con la del nuevo hombre. Con lo que no contaba, es que ese juego se le grabara en la memoria tan vívidamente. “El primer hombre siempre es el más importante en la vida de una mujer” había escuchado decir, y se lo había creído, pero dadas las circunstancias estaba comenzando a replantearse esa regla. “Quizá no se referían al primer hombre, sino a la primera vez con cada hombre”. En fin, la cosa era que se escondía entre las sábanas para ocultar que deseaba terminar con la hipócrita formalidad de la espera. Ella sólo quería tener al nuevo hombre, sentirlo, al tiempo que se escondía de la posibilidad de que, en efecto, aquel furtivo encuentro le hiciera crear esa clase de vínculos que, físicamente, la habían destruido. Sí, físicamente. Tras su último amorío los pechos de mujer se le habían vuelto contenedores de suspiros; las manos eran parte de una maquinaria oxidada, que sólo sabía cocinar y escribir recados; las piernas se le volvieron tenazas con las que cada noche intentaba asesinar a su antiguo amante (sin resultado alguno); en fin, toda ella era algo que jamás había sido ni deseado ser.

Por eso temía que aquel juego le resultase parte de un nuevo encierro. Temía ante el recuerdo de aquella danza iluminada por la luna, en una de esas noches que jamás son planeadas. Ella ni siquiera se la había imaginado, y algo le decía que el nuevo hombre tampoco. Por eso se sitió tan reconfortada esa mañana, cuando él aún permanecía con los ojos cerrados, y tan horrorizada al día siguiente, cuando tuvo que ocultar sus verdaderas palabras entre cordialidades.

“Eran puras mentiras, la verdad es que todas las veces son importantes. ¿Y ahora qué hago?” Ya no cocinaba ni escribía recados. Ya no intentaba volverse asesina todas las noches mientras un hombre le devoraba el sexo. Todos los suspiros se le habían ido de los pechos. La mujer ya no era nada del pasado. Pero traía el pasado como vestido, justo encima de su piel suave y embravecida por ese último juego entre su silueta y la del nuevo hombre.

“¿Y ahora qué hago?” Los días habían dejado de ser como eran. Las manos se le habían vuelto dos plumas que volaban a acariciar y pintar los cielos, de las piernas comenzaron a brotarle burbujas que la elevaban a cada paso, incluso aparecieron otras partes de su cuerpo; la mujer descubrió que ella consistía en más partes de las que hubiera imaginado, y que todas esas partes eran, en realidad, sus ojos. Ella era sus ojos con sus cabellos hechos para dibujar, sus pechos, su espalda, su cuello, sus manos de pluma y sus piernas burbujeantes.

“¿Y el nuevo hombre, qué será de mis latidos por él?” Mujer, mujer. Y mujer como era, pensó. Con las horas, con los días, con los años, la mujer tuvo algunas otras primeras veces, y cada una, como predijo, resultaba igual de importante que las otras. Finalmente, la mujer acabó por descubrir algo cada primera vez, mientras escarbaba en su cabeza no el nombre del nuevo hombre, sino las heridas y las sentencias que durante tanto tiempo la mantuvieron atada. Ahora, sin tantas respuestas, la mujer podía sentirse cada vez más cerca del aire.

Un día, la mujer tuvo su última primera vez. El aire, tras un largo y disimulado cortejo, se la había llevado para siempre. Cuando siento esta brisa suave, insinuante, me dan ganas de recordar su nombre, pero no puedo. Lo único que recuerdo de ella es que era mujer.


Visago


1 comentarios:

 

Virginia Sánchez (Visago)

Mi foto
Mexico
Virginia Sánchez González (Yucatán, 1990), Lic. en Teatro por la Universidad Veracruzana. Practicante y estudiosa del hecho teatral, participó en diversas obras de teatro como actriz de reparto y apoyo escénico entre los años 2008 y 2010; ha sido becaria del Curso de creación literaria para jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas en conjunto con la Universidad Veracruzana en el año 2010, y posteriormente con la Universidad Metropolitana de Monterrey en el 2011, así como por el Instituto de Cultura de Yucatán y el FRCA Zona Sur para el Diplomado en Dramaturgia, Programa de cooperación e intercambio de la zona sur. Ha colaborado en la revista electrónica de Laboratorio escénico A.C. y Revista AEDA; actualmente continúa trabajando en el campo de la dirección escénica, dramaturgia y pedagogía.