Batallas


-¡¿Pa’ onde va?!

-¡Para el sur!

-¡No, yo voy pa’allá!

Creo que ahí comenzó la guerra. Mientras el chofer discurría entre subir a una persona más a su unidad, mi cabeza comenzaba a resquebrajarse en dudas. Preguntas punzantes y malintencionadas. ¿Había estado bien subirme al taxi? ¿Qué habrá pensado él? ¿Por qué no pude decirle sintéticamente que la incertidumbre me estaba matando? ¿Habré hecho bien en ir, o quizá debí esperar? ¿Qué era lo correcto? Las preguntas corrían por mi cerebro entre el gris, blanco y mi absurdo morado, siempre desafiantes y brutales; los Por golpeaban mientras los Qué cortaban, los No azotaban o estiraban a su víctima según el verbo que los acompañaba.

Miré hacia la calle a las personas que caminaban o iban en otros vehículos. Como si la matanza anterior no hubiera sido suficiente, nuevas tropas llegaron para atacar de forma indistinta. ¿Estarán las demás personas pensando tanto como yo? ¿Se cuestionarán ellos cada paso en su vida? ¿Sabrán tomar buenas decisiones? ¿Qué estarán pensando? ¿Será que sólo yo hago esto? Ahora se amordazaban; mis neuronas escapaban como estrellas fugaces porque mi corteza estaba temblando de dudas.

Por vez segunda volví a fijarme en el sujeto que iba manejando delante de mí. Me pregunté –cómo no hacerlo- si debajo de su brillante casco amarillo unas preguntas mataban a otras con el único fin de deslizarse por su chamarra de plástico blanco y estremecer su cuerpo hasta desmayarlo.

Aunque yo nunca me he desmayado por tener una o más batallas en la cabeza (sólo enfermo, o furtivamente desaparezco), no descarto tan graves consecuencias. Supe de varias personas que, creyendo que podían encerrar las dudas en su cabeza, se pusieron una cuerda en el cuello para asfixiarlas y no dejarlas pasar, pero evidentemente ellas ya habían invadido todo el cuerpo, volviéndolos tan pesados que acababan ahorcados. Incluso hay algunos que creen que con un balazo a la pregunta líder basta, y como ese hay muchos otros mitos, pero la verdad es que nada funciona. Cuando uno tiene preguntas en la cabeza lo mejor es resignarse. O esperar pacientemente la muerte preguntándose si eso hará cesar las batallas.

En suma, la vida es una continua pelea de preguntas en la cabeza. La gente intenta adormecer estas horribles guerras con la televisión, el Internet o usando un Ipod, pero qué va, yo leo todo el tiempo, que es casi lo mismo que todo eso, y de todos modos nunca dejan de luchar, de arrancarse las tildes y los puntos, de cortarse las comas y clavarse los signos de exclamación. Ojalá llegue pronto a casa. ¿Faltará mucho? Me duele la cabeza, quizá ya están acabando.

Me pregunto… me pregunto si pensar todo esto no será una nueva batalla de pensamientos. Ahora sí, creo que voy a desmayarme.

Visago

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Virginia Sánchez (Visago)

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Virginia Sánchez González (Yucatán, 1990), Lic. en Teatro por la Universidad Veracruzana. Practicante y estudiosa del hecho teatral, participó en diversas obras de teatro como actriz de reparto y apoyo escénico entre los años 2008 y 2010; ha sido becaria del Curso de creación literaria para jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas en conjunto con la Universidad Veracruzana en el año 2010, y posteriormente con la Universidad Metropolitana de Monterrey en el 2011, así como por el Instituto de Cultura de Yucatán y el FRCA Zona Sur para el Diplomado en Dramaturgia, Programa de cooperación e intercambio de la zona sur. Ha colaborado en la revista electrónica de Laboratorio escénico A.C. y Revista AEDA; actualmente continúa trabajando en el campo de la dirección escénica, dramaturgia y pedagogía.