Dios y el Estado


Bakunin presenta al hombre como producto de un proceso histórico de negación; la historia del hombre es la historia de la negación de su animalidad, negación moivada por dos facultades inherenres al hombre: la facultad de pensar, y la necesidad de rebelarse.

Nos remite, para explicar esta naturaleza al mito bíblico del pecado original, y riduculiza al Dios todopoderoso que no preveó la desobediencia de su creación, ni calmó los ánimos rebeldes de un insubordinado. En el hecho, el hombre ha logrado emanciparse a la animalidad, tener consciencia sobre sí mismo y su entorno; gracias a un acto de rebelión, el hombre llega al pensamiento.

De este modo, analiza que cualquier desenvolvimiento humano tiene tres principios fundamentes:
La animalidad humana (economía social y privada)
El pensamiento (ciencia)
La rebeldía (libertad)

El modelo de desenvolvimiento del mundo material siempre va de abajo a arriba, de inferior a superior y de simple a complicado por lo que, según este modelo, el hombre, al emanciparse, obteniene el poderoso conocimieno de las leyes naturales que, lejos de someterle a su yugo, le ofrece la posibilidad de obtener su libertad en su comprensión y aplicación según la necesidad del hombre, tanto individual, como colectivamente.

El hombre, junto con su nueva arma, niega su animalidad caminando hacia su humanidad, y al caminar hacia ella obtiene la libertad.

Los idealistas, por el contrario, explica Bakunin van de lo complicado a lo simple, de lo superior a lo inferior, y ya sin entender o definir a su Ser supremo, hacen de ese Dios su punto de partida, y caminan ciegamente hacia la nada. Exaltan el cielo empobreciendo la tierra, quien desprovista de toda cualidad, es reducida a materia inanimada, estúpida, inmóvil, incapaz de producir o crear. Todo lo bello y sublime debe, por consiguiente, tener su origen en esta divinidad, y nada fuera de ella es capaz de accionar. De este modo, al hombre le es arrancada la libertad.

El pueblo,permeado de todos estos absurdos desde su nacimiento, vuelve de ellos un hábito moral, demasiado poderoso para ser vencido por el sentido natural. Su alma, vuelta estrecha a base de opresión, encuentra escape en el libertinaje corporal y espiritual, y ya sea en el burdel o en la iglesia, la única forma del pueblo para salir –y eliminar- esos lugares, es por medio de la revolución social.

Posteriormene divide a los creyentes de la doctrina idealista en tres grupos, los cuales me he tomado la libertad de categorizar de la siguiente manera:

Los hipócritas
El grupo de los que si no creen, deben aparentar hacerlo. Conformado por todos los grandes opresores y explotadores de la humanidad (sacerdotes, guerreros, funcionarios públicos y privados). La reigión para ellos es la manera de someter al pueblo.

Los débiles
Se burlan de los absurdos religiosos pero guardan dentro de sí el absurdo principal: la existencia de Dios. Intentan jusificarlo de manera nebulosa, confusa e ilusoria. Su principal labor es conciliar lo inconciliable (socialistas burgueses).

Los ilustres, el verdadero misterio
No les falta ni espíritu, ni buena voluntad, ni corazón, pero se obstinan a seguir una doctrina deshonrada. La razón de esta decisión es el principal motor del texto, y Bakunin lo ha traducido como la necesidad de creencia para la grandeza moral del hombre.

Todos estos letrados han reducido sus tareas no a comprobar la existencia de Dios, pues la dan por certera en base a la historia; esto es, miremos a donde miremos, las civilizaciones pasadas siempre creyeron en algún Dios, lo cual les basta para afirmar la ineludible existencia de lo divino.

Sin embargo, Bakunin contraataca; la esclavitud ha existido a lo largo de la historia, mas eso no la hace inherene a la sociedad humana; por tanto, el argumento es invalidado. Expone que la antigüedad debiera hacernos más sospechosa cualquier idea, porque la historia del hombre está llena de tropiezos; detrás de nosotros -afirma- está nuestra animalidad, y delante, nuestra humanidad, único camino hacia la emancipación

He de alzar la voz en este momento, porque no hay manera de que comparta o concilie la idea de Bakunin. No creo que la historia de la humanidad sea una historia de equivocaciones, me parece más bien que es prundente no sólo mirar atrás para juzgar los errores de manera que no se repitan, sino la observación y estudio de la situación para tambien, encontrar los aciertos, y partir de ellos.

Tampoco estoy de acuerdo en la perspectiva altamente negativa de la animalidad del hombre. Los grandes déspotas no seguían algún instinto animal, sino los productos de un desenvolvimiento social; avaricia o vanidad, por dar algunos ejemplos, me parecen más hijas de las preciosas facultades del pensamiento y la rebelión.

Las diversas convergencias entre las doctrinas Materialista e Idealista, me es resuelta en una comparación (Anexo I); y sin aprobar o descalificar a ninguna me mantendré al margen pues, como he dicho, la historia no es una historia de equivocaciones, sino el eterno experimento de prueba y falla, en donde se registran los datos negativos, y también los favorables.

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Virginia Sánchez (Visago)

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Virginia Sánchez González (Yucatán, 1990), Lic. en Teatro por la Universidad Veracruzana. Practicante y estudiosa del hecho teatral, participó en diversas obras de teatro como actriz de reparto y apoyo escénico entre los años 2008 y 2010; ha sido becaria del Curso de creación literaria para jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas en conjunto con la Universidad Veracruzana en el año 2010, y posteriormente con la Universidad Metropolitana de Monterrey en el 2011, así como por el Instituto de Cultura de Yucatán y el FRCA Zona Sur para el Diplomado en Dramaturgia, Programa de cooperación e intercambio de la zona sur. Ha colaborado en la revista electrónica de Laboratorio escénico A.C. y Revista AEDA; actualmente continúa trabajando en el campo de la dirección escénica, dramaturgia y pedagogía.