Tenía mucha razón. El día de hoy, de vuelta en mi siempre calurosa Mérida, me siento completamente llena de dudas respecto al quehacer literario, un inmenso respeto por la herencia que me antecede, y con la responsabilidad a cuestas que implica necesitar pertenecer al Teatro; me reconocí con un extraño cariño a mi lugar de origen, enamorada de otra ciudad, ajena a las causas sociales que me tocan todos los días, abierta a nuevas experiencias, valiente, cobarde, social, diferente… Yo. Me parece que pude mirarme de reojo, tener apenas un pequeño bosquejo de lo que soy, de lo que puedo llegar a ser, y me gustó tanto, que un miedo de perder esa noción me invadió cuando el día de retorno se acercó, como si esa toma de consciencia fuera capaz de diluirse con la ciudad.
Un grupo de compañeros de viaje, a los que tendré la osadía de llamar amigos, me acompañaron en el delirio que nos suponía romper esa burbuja de lluvia y letras que para nosotros fue Xalapa. No hay en esa experiencia nada de lo que me arrepienta, nada que no haya disfrutado, nada que no haya sido auténtico, que no me haya enseñado. No hace falta hacer una crónica, mirar fotos, o los libros firmados; me basta con cerrar los ojos o mirar hacia adentro.
A mí no me gustaban las moscas… luego Xalapa.
2 comentarios:
En la significación de los hechos tú eres la realidad.
¿Por qué no?
Publicar un comentario